
Entre los Stalkers, la Smiling Shadow caza niños con crueldad implacable. Su risa nunca es alegre: suena hueca y torcida, como un eco que desgarra la confianza.
La Smiling Shadow prefiere las palabras a las garras: burlas crueles, insultos afilados y amenazas despiadadas que hieren más profundo que cualquier golpe. Su propósito siempre es el mismo: desgastar la voluntad de un niño hasta dejarlo sin fuerzas para luchar.
Su arma predilecta es la burla constante. Cada inseguridad se convierte en un cruel remate, cada duda en una sentencia, hasta que el niño se siente pequeño e indefenso. Solo entonces ataca con toda su fuerza, envolviendo sus palabras en promesas de dolor y advertencias heladas que despojan al alma del último resto de valentía. Finalmente actúa, envolviendo a su presa en oscuridad y arrastrándola hacia las sombras. Si la víctima aún resiste, recurre a la fuerza bruta.
Lo más inquietante de todo es su forma cambiante. A veces se reduce a una sombra débil, casi ridícula, fingiendo fragilidad. En otras ocasiones se eleva imponente, monstruosa, una figura gigantesca que quizá no sea más que una máscara de poder. Nadie sabe cuál es su forma real—si es que alguna lo es—pues su propia esencia es el engaño.
Como todos los Stalkers, puede estirar su cuerpo hasta fundirse con la oscuridad y así inmovilizar a su presa, robándole el movimiento antes de la captura final. También es capaz de sembrar falsas visiones en la mente de un niño, distorsionar lo que ve e incluso perseguirlo dentro de sus sueños más oscuros. La risa hueca que deja atrás al desvanecerse en la noche suele ser el último sonido que sus víctimas escuchan.